jueves, 11 de diciembre de 2014

En busca del sentido educativo perdido

En estos días se presentó públicamente el informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), que -entre otras cuestiones claves- deja al descubierto que Uruguay es el país de la región con menor porcentaje de jóvenes -de entre 18 y 20 años- en tener aprobado los doce años de educación formal.  A su vez, el estudio remarca el hecho de que: “Hay ausencia de tareas que requieran reflexión crítica, comprensión y argumentación". Y añade: “esto es consistente con el reclamo de los estudiantes de falta de significatividad (…)”. Resumiendo: una cifra importante de adolescentes uruguayos no logran terminar los estudios secundarios y existe un marcado declive en el terreno del pensamiento crítico, situación acentuada tanto por el  tipo de tareas que proponen los docentes, como por la falta de sentido educativo que enuncian los alumnos. Falta de reflexión y de sentido. Al respecto, hace poco escribí una nota (titulada ”Humanizar la educación”), donde planteo justamente que esa carencia es uno de los ejes que deben atenderse en lo inmediato, fortaleciendo el área humanística desde los últimos años escolares y particularmente en el ciclo básico, en el marco de la imperiosa necesidad que tenemos de revertir esta situación.

Y quisiera agregar algunas reflexiones que complementan lo planteado en esa nota: al menos desde mediados de los 90’, el sistema educativo apunta básicamente -desde su concepción de fondo- al mercado laboral, descuidando, a la par, la formación humanística (y con ella a sus cometidos universalistas y dotadores de sentido, que atiende sobre todo a la formación ciudadana de cuño intelectual). Y no hablo estrictamente de los contenidos curriculares de cada disciplina cuando me refiero a que el sistema educativo medio apunta sobre todo al mercado laboral, sino –por ejemplo- al objetivo de las constantes flexibilizaciones en la evaluación (que apuntan a que los chicos terminen al menos un ciclo elemental de formación y puedan insertarse en el ámbito laboral) y, en muchos casos, a las propias prácticas docentes, que van en el mismo sentido, en tanto se ha derrumbado hace tiempo el pensar que primeramente se está formando a ciudadanos que harán de nuestra sociedad un espacio mejor. Ya no se forma pensando que esos chicos puedan llegar a ser futuros universitarios, futuros profesionales. La masificación de los estudios secundarios aniquiló la concepción de pensar este nivel de formación como el de un espacio de formación pre-universitaria, como el espacio clave de los futuros ciudadanos de impronta humanística y científica de nuestra comunidad.  Y el precio a pagar por tal viraje está resultando extremadamente alto. El discurso instalado es el de la importancia de "al menos prepararlos para la vida cotidiana y/o el trabajo". En tal sentido, lo que finalmente parece verse es que cada vez se exige menos, se flexibiliza y se contextualiza más la educación que se imparte. Y los resultados, aún en busca de ese objetivo, son contraproducentes. A su vez, a esta orientación que ha tomado secundaria, se le agrega otra “exigencia social”, igual de nefasta: el pedido de que se dicten contenidos que sean "atractivos" para los alumnos, contenidos “divertidos”, lo que suele ir acompañado de esa otra idea de que no todos son "genios" ni van a llegar a la universidad, por lo cual habría que preocuparse por “atraparlos” con temas de su “interés inmediato” y prepararlos para laburar cuanto antes. En los hechos, esta forma de razonar ha resultado ser un desastre y ya forma parte de una resignación naturalizada, que se fue dando en el propio cuerpo docente, incluso en muchos de los que se plantan desde posiciones críticas a esta visión educativa. Y el resultado es el que muy bien plantea el informe: "Hay ausencia de tareas que requieran reflexión crítica, comprensión y argumentación". Diría que lo que hay es unas cuantas generaciones consecutivas que han ido perdiendo esas cualidades, vitales para toda democracia madura, para el mejoramiento de toda sociedad.

El discurso por hacer una educación "divertida", sin mucha carga “intelectualosa inútil”, en una sociedad con amplias franjas con un caudal cultural muy bajo, termina causando estragos, particularmente en los alumnos de liceos de menor nivel socio-económico, lo que termina por reproducir la desigualdad, por disminuir las posibilidades de estos chicos frente a aquellos que preparan a sus hijos en instituciones (sean privadas o públicas pero con un alumnado apuntalado por un nivel familiar de mayor formación intelectual) donde efectivamente se apunta a que la amplia mayoría continúe sus estudios a nivel terciario, sin tener que apartarse prontamente para ingresar al mercado laboral (y cuando efectivamente lo hacen, ingresan con otras posibilidades, habiendo además formado su "cabecita" de mejor manera).
Por esto mismo, cuando reclamamos que en los liceos públicos preparen a los chicos con cosas "divertidas", con cosas que no los "aburran", con contenidos que les puedan ser "útil" en lo inmediato, no nos damos cuenta del error que estamos cometiendo, de la medida en la que estamos colaborando en reproducir esa desigualdad y en hipotecar parte de un posible mejor futuro para esos chicos.
A su vez, estos discursos suelen venir de gente con formación, que generalmente busca para sus hijos otros objetivos. Por lo tanto, cabría preguntar: ¿usted quiere que su hijo se "divierta" en el liceo y lo preparen para "laburar" en lo que sea o que -aunque por momentos le resulte "aburrido" y le implique un esfuerzo, como lo supone casi todo los buenos logros que alcanzamos en la vida- lo formen con solidez intelectual, para que sea un sujeto reflexivo y continúe estudios terciarios? Lo que desee para su hijo, sería bueno que lo deseara para todos. ¿O hay que asumir que muchos no van a llegar, por sus contextos desfavorables y que, como "no les da la cabeza", hay que desearles menos en cuanto a sus objetivos a la hora de transitar por el sistema educativo? Si llegan o no, va más allá del esfuerzo que el sistema educativo de secundaria debe hacer al respecto, pero su objetivo debe dejar de ser principalmente el de formar para el ámbito laboral. Esa finalidad, en todo caso, la deben tener como primordial otras instituciones de educación media, sea la UTU o alguna otra, pero Secundaria debe recuperar su papel de formación intelectual calificada, con un perfil científico/humanístico en armonía, en equilibrio (hoy ese déficit está más acentuado en la formación en el área de las disciplinas reflexivas, particularmente en el ciclo básico, producto de todo ese discurso hegemónico que vengo planteando).

En este marco, la tarea docente parece haber quedado vinculada a la acepción de la educación como un espacio de homogeneización social, en buena medida subordinada a los parámetros de la actividad económica/laboral. Mientras en el proyecto modernista la escuela funcionó como un elemento civilizador de corte universalista, las reformas educativas de los 90’ apostaron a lo local, al espacio más propio de los sujetos involucrados en el hecho educativo, en tanto las palabras claves del nuevo orden educativo pasaron a ser competitividad, eficiencia y eficacia. Reduccionismo a contenidos focalizados (que reproducen las características particulares y no universales en la formación intelectual, lo cual a la larga juega a favor de la reproducción de la desigualdad)  y un lenguaje en clave empresarial, que suelen pregonar –palabras más, palabras menos- la amplia mayoría de los técnicos expertos en educacion. El recetar que hay que formar para competir en el mercado laboral y así insertar al país en el primer mundo, se ha convertido en el slogan recurrente. Los resultados de esa mirada, que incluso la propia izquierda -que en su momento fue tan crítica con esa agenda educativa de los 90'- ha venido cultivando (el machacar de Mujica con formar en oficios y en ciencias técnicas y el atacar permanentemente la formación humanística y universitaria, es sintomática de esto que estoy  señalando), son los que hoy padecemos. Si no formamos debidamente la capacidad crítica de los jóvenes, difícilmente pasemos de tener la capacidad de competir únicamente dentro de una cancha de fútbol. Incluso, quienes somos docentes universitarios, sabemos muy bien respecto del bajo nivel con que llegan –aún en ese nivel educativo- los alumnos en materia de pensamiento reflexivo y capacidad argumentativa. El problema no es menor.

De algún modo, estamos frente al viejo dilema que ya a mediados del siglo pasado se dio en nuestro país en instancias de la creación del IPA (Instituto de Profesores Artigas) y lo que supuso en cuanto a separar la formación docente para secundaria del ámbito universitario, o sea, la histórica instancia del marco del "debate" entre Grompone y Vaz Ferreira sobre los fines y cometidos de la educación secundaria, que a larga generó un dramático tajo en nuestro sistema educativo. La masificación (bienvenida, pero problemática para el sistema medio, que no ha podido responder de la mejor manera ) y el apuntar al mercado laboral antes que a la formación intelectual y la continuación de estudios superiores (más allá, insisto, de que efectivamente se concreten por parte del alumno) ha terminado por instalar un sistema educativo con unas carencias enormes en cuanto a su capacidad de elevar el capital cultural de nuestros alumnos, sumado a un contexto de época que en nada ayuda. Retomar la especificación señalada líneas arribas, el sentido educativo que Secundaria nunca debió haber perdido, se vuelve imperioso y es el objetivo que debemos plantearnos tanto educadores como autoridades educativas vinculadas a este nivel formativo.

Resumiendo e insistiendo: el sistema educativo necesita fortalecer fuertemente la formación humanística, hacer hincapié en las disciplinas dotadoras de sentido, que fortalezcan la capacidad de reflexión y la capacidad argumentativa de nuestros jóvenes, comenzando decididamente desde los últimos años escolares y teniendo particular presencia en los años del ciclo básico de nuestra educación media, que es donde su carencia -en el marco de una batalla de ideas que se ha perdido frente la concepción de una educación meramente técnica y dirigida a la formación para el mercado laboral (concepción complementaria y necesaria, pero que desde hace décadas es abrumadora y perjudicialmente hegemónica)- está generando resultados desoladores.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Batllismo y hegemonía cultural del FA

Comparto charla/entrevista que el periodista Ignacio Álvarez me realizó la semana pasada en su programa radial “Las cosas en su sitio” (radio Sarandí), donde abordamos ciertos imaginarios sociales vinculados al campo de la política en nuestro país, refiriendo -entre otros ítems- a cómo el Frente Amplio ha ocupado el espacio -en este comienzo del siglo XXI-  de la representación del viejo batllismo de comienzos y hasta mediados del siglo pasado y cómo, a la par, ha logrado plasmar una hegemonía cultural que resulta decisiva.

Y quisiera provechar para aclarar mejor lo dicho en buena parte del programa: cuando hablo de imaginarios, me refiero a imaginarios que no siempre se corresponden con una ideología acabada y consciente del sujeto que lo adopta (el cual lo hace desde un cierto "talante" que le genera empatía, por ejemplo, con el batllismo, sin definirse como tal o sin siquiera tener claro que supone tal cosa). O sea, entiendo que los uruguayos hemos incorporado el batllismo como parte de nuestro "sello político identificatorio", más allá de ser conscientes a ciencia cierta de lo que exactamente refiere y supone. En grandes rasgos, batllismo ha terminado por significar y suponer -en el imaginario colectivo, consciente e inconscientemente-  cuestiones tales como reformismo social, leyes laborales, derechos para las minorías, protección estatal (el "estado benefactor"), laicidad, oposición a cierta "oligarquía" terrateniente, etc. Y creo que el apropiamiento simbólico del FA -probablemente con toda justicia, por cierto- es claro en tal sentido. Como es claro que el Partido Colorado fue retrayéndose marcadamente en su impronta batllista y parece haber perdido la batalla cultural por ese "símbolo", a mi entender.

El audio lo pueden escuchar directamente en esta entrada de mi blog -donde, como siempre, aguardo sus comentarios para continuar el debate propuesto- o yendo al link de Goear: http://www.goear.com/listen/f6b29d3/batllismo-hegemonia-cultural-del-fa-pablo-romero



viernes, 3 de octubre de 2014

Humanizar la educación

Estimados, en épocas de contiendas electorales, donde se cruzan propuestas varias sobre temas centrales, como el de la educación, quisiera compartirles esta breve nota que he escrito, esperando que a alguno le resulte de interés y se pueda plantear un diálogo, un debate, un intercambio de ideas, al respecto. Ya que los actores políticos difícilmente nos tomen en cuenta, es fundamental que los actores sociales tomemos la posta del debate. Como siempre, sus comentarios son bienvenidos en este espacio del blog.

Humanizar la educación


La principal reforma que debe realizarse en el sistema educativo, particularmente en el ciclo básico, es la inclusión de espacios curriculares dotadores de sentido (¿el por qué?, ¿el para qué? ) y generadores de reflexión, preámbulo para que se pueda trabajar luego cualquier otro contenido disciplinar, incluyendo el que remite a las hoy consideradas materias "básicas y elementales" como Matemáticas e Idioma Español. Hay que volver a apuntalar fuertemente el lado humanista de la educación, fortalecer el capital cultural desde la formación humanística, que es propedéutica a la formación en otras áreas del saber. Así, por ejemplo, deberían apoyarse fuertemente planteos como los de Filosofía para niños, que se imparten solo en algunas escuelas o colegios privados, llevándolos a la educación pública, universalizando su presencia en los últimos años de la escuela pública. E incorporar horas de Literatura y Filosofía desde el primer año liceal (con abordajes y temáticas adecuados a ese momento vital de la adolescencia) sería realmente apostar a renovar con atino y fuerza el sistema educativo. Desde esos espacios se podrían tocar fibras que son vitales "tocar" a esa edad y que supone una instancia previa -porque son generadoras de un sentido que es elemental comenzar por construir- a que puedan comprender, por ejemplo, porqué es importante el estudiar, el formarse intelectualmente, o porque es deseable reflexionar sobre nuestros actos y sus consecuencias o incluso -algo más concreto- el escribir sin faltas de ortografía. O saber pensar matemáticamente. O comenzar a hallar esos sentidos –que son múltiples y que irán variando con los años- que tanto buscan para su existencia y ponerlos en juego con sus pares.
Seguiremos fallando si no entendemos que el problema está en la falta de sentido reinante y la baja capacidad de reflexión, asociada a una drástica disminución del capital cultural, que aqueja particularmente a los adolescentes del ciclo básico. Pero, sin embargo, son seres "filosofantes" espectaculares, justamente en una edad donde comienza a ser central la búsqueda del sentido y el dejar volar la imaginación. Al contrario de lo que se insiste desde hace años (y desde todas las tiendas políticas y desde cuanto “técnico especializado en educación” ha aparecido en el escenario público), creo que hay que apostar fuertemente al área humanística en el ciclo básico y al fortalecer –insisto- sobre todo esa búsqueda de sentidos que el adolescente de hoy día necesita más que nunca. Necesitan más Filosofía y Literatura y menos supuestos de que la educación tiene que estar en consonancia con el mundo del mercado laboral y las nuevas tecnologías o ser simplemente algo “divertido”, que “atraiga a los chiquilines” (en ese caso, deberíamos simplemente montar un cyber café y listo). En tanto docente de Filosofía y de Informática, mi experiencia de campo me ha permitido verificar el supuesto de que la herramienta tecnológica de poco sirve si no hay un sujeto pensante utilizándola debidamente. Cuando se comprenda cabalmente esto –que probablemente a casi todos nos resulta de sentido común-, se comprenderá también en qué estamos fallando en el sistema educativo y se fortalecerá- quizás- desde el arranque del ciclo liceal (o aún mejor, desde los últimos años escolares)  las áreas humanísticas, hoy en amplia desventaja frente a otros espacios del saber.
Por supuesto, esto no significa crear falsas dicotomías, falacias de falsa oposición que tanto mal ya han hecho al sistema educativo, pero sí supone el planteo de una necesidad curricular que hoy se da justamente a la inversa, en tanto las disciplinas humanísticas son clave para el fortalecimiento del pensamiento en esos primeros años básicos de formación intelectual del sujeto adolescente y, sin embargo, los alumnos suelen tener un mayor contacto posible recién a partir del bachillerato, siendo que una amplia mayoría ni siquiera alcanza ese nivel de estudios. O sea, muchos de nuestros jóvenes ni siquiera pasan por un curso que los ponga decididamente en juego con la rica tradición del pensamiento crítico de su propia cultura. Hay que brindarles esas herramientas reflexivas muchísimo antes, hay que brindarles una impronta humanística muchísimo antes en el sistema educativo. E incluso, brindarles talleres de Argumentación sería central. Siendo chicos que en muchos casos están a dos o tres años de ejercer sus derechos ciudadanos, es preocupante la falta de capacidad discursiva y de cultura del debate de ideas que tienen, reflejo justamente de la ausencia de espacios curriculares que apunten a trabajar directamente sobre esa falencia, que tanto perjudica –a la larga- al mejor desempeño de nuestra democracia.
Y no hay que subestimarlos, sino darles la formación que realmente están necesitando estos adolescentes. Hay que enseñarles a pensar reflexivamente, incluso mucho antes –también insisto en este punto- de que aprendan -cosa que también deben hacer, claro- las reglas ortográficas o manejen fórmulas matemáticas o físicas. Hay que traer a escena del espacio educativo del ciclo básico a las materias que justamente se especializan en formar en el área del pensamiento reflexivo. Hace años comenzamos un proceso justamente inverso y hoy -justo hoy, donde ya de por sí la formación humanística está en declive en todos los sectores de la sociedad- vemos las consecuencias de ese repliegue del área de las disciplinas críticas.
Es central trabajar sobre el capital cultural de alumnos y familiares y recobrar el sentido respecto del saber (que no es, ciertamente, el de hacer cosas "divertidas" para los alumnos o prepararlos únicamente para el campo laboral, porque incluso para “generar” un buen trabajador de lo que sea, es fundamental formar un sujeto pensante y un sujeto cargado de eticidad, que no sea indiferente, que no este vacío de valores y sentidos).
El que las Humanidades estén de retiro en casi todo el mundo a nivel de los sistemas educativos de enseñanza media básica, es un problema que refleja no solo el rumbo que el mundo ha tomado (y así estamos, con sociedades contemporáneas deshumanizándose cada vez más), sino que debería indicarnos claramente la necesidad de recobrar la presencia de las disciplinas dotadoras de sentido en los sistemas educativos que forman a nuestras nuevas generaciones. Lo básico y elemental, digamos.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Los jóvenes y la democracia

Estimados, el miércoles de la semana que viene estaré participando como exponente en actividad vinculada al "Día Internacional de la Democracia", cuyo tema este año será "Hacer participar a los jóvenes en la democracia". El evento se realizará en el parlamento nacional, en la Biblioteca del Poder Legislativo, a partir de las 18 horas. Los espero!

Esta es la Info oficial de la actividad (y este el link de la Info en Facebook: https://www.facebook.com/events/1522044831347247/  )

En virtud de celebrarse el Día Internacional de la Democracia, la Biblioteca del Poder Legislativo tiene el honor de invitarlos a la Quinta Jornada del Ciclo de Eventos Académicos “Biblioteca Abierta”:
“Hacer participar a los jóvenes en la democracia”.

La Unión Interparlamentaria propone para el año 2014
“Hacer participar a los jóvenes en la democracia”.
En el marco de un evento conmemorativo, centrado en la participación de los jóvenes en la vida democrática, se convoca a todos los partidos políticos con representación parlamentaria, a expresar sus propuestas para lograr que la juventud se incorpore al debate sobre los asuntos públicos.
Dentro de un tema tan escurridizo y polémico, le hemos propuesto a los partidos políticos centrar sus exposiciones en algunas preguntas:

• ¿Cómo se diferencia la participación política de la juventud de la participación política en general?
• ¿Por qué es importante fomentar la participación política de la juventud?
• ¿Qué caracteriza una efectiva y significativa participación política de la juventud?
• ¿Qué impide la significativa y efectiva participación política de la juventud? 

Saludo Inicial
Dip. Ivonne Passada (Vicepresidenta de la Unión Interparlamentaria)
Panelistas
Dip. Prof. José Carlos Mahía (Frente Amplio)
Sr. Andrés Capetti Casal (Partido Nacional)
Dr. Felipe Schipani (Partido Colorado)
Prof. Pablo Romero García (Partido Independiente)
Dr. Daniel Chasquetti


Este evento se realizará el día miércoles 10 de setiembre a las 18:00 horas en el Salón Central de la Biblioteca. (Palacio Legislativo: Avda. de las Leyes s/n; entrada por puerta de Gral. Flores).


BIBLIOTECA DEL PODER LEGISLATIVO
COMISION ADMINISTRATIVA DEL PODER LEGISLATIVO

viernes, 25 de julio de 2014

Atreverse a pensar

Estimados, comparto mi participación en la presentación del libro "Atrévete a pensar" -escrito por Jorge Faral, Gregorio Medina y Ana Espinosa-, celebrada junto a los autores y a Marisa Bertollini, quien también estuvo a cargo de la presentación de la obra. 

sábado, 17 de mayo de 2014

Cambio cultural y valores

Estimados, comparto artículo publicado este jueves en la separata electoral del semanario Voces (pág. 8) y en el excelente sitio web de Cooltivarte (www.cooltivarte.com) , donde abordo un tema que, entiendo, resulta crucial, particularmente en estas nuevas instancias de definiciones electorales que terminarán incidiendo en las políticas a seguir en el campo de la cultura y su incidencia en la construcción de valores.
Como siempre, los invito a seguir debatiendo el tema en este espacio del blog.

Cambio cultural y valores

Entre las tareas claves que la actividad política supone, se encuentra la de tomar decisiones que definan los valores culturales deseables para la sociedad. Existe, pues, un vínculo indisoluble entre el actor político y los valores culturales, lo cual no solamente supone una fuerte responsabilidad ética, sino una preparación intelectual acorde a la complejidad del asunto. Desafío aún mayor en tiempos globales, en los cuales el aceleramiento de los cambios nos enfrenta a nuevos horizontes y lo valorativo se vuelve una necesidad para la comunidad en su conjunto.
La globalización, ese tiempo histórico que nos toca vivir, ha dado un nuevo giro al viejo debate entre valores universales y relativos. En el campo cultural, se ha virado de su concepción más tradicional -donde cultura se  igualaba a civilización, se planteaban diferentes grados culturales en los individuos y entre las sociedades, se proponía un canon universal y se hablaba en términos de cultos e incultos, alta y baja cultura- al giro que los estudios antropológicos le dieron al asunto, priorizándose la idea de diversidad y postulando que todas las culturas tienen el mismo valor. En esta perspectiva, no existen grados de valor cultural, en la medida que todo es cultura y todos somos cultos. Aquí los valores culturales, pues, no son universales sino relativos a cada cultura. La concepción postmoderna acentuará esta mirada y nos pondrá nuevamente frente a un dilema de larga data en la historia del pensamiento.
Mario Vargas Llosa, en una exposición titulada Discurso de la cultura –a la cual, por cierto, se puede acceder a través de la web- plantea el debilitamiento del concepto de cultura, en la medida de que si todo es cultura, ya nada lo es, proclamándose abiertamente en contra del relativismo cultural y sus consecuencias. El valorar, el sopesar, el elegir, parece haberse convertido en mala palabra, en algo propio de “conservadores” y “autoritarios” y es, al menos, políticamente incorrecto sostener que determinados valores culturales son preferibles a otros. La diversidad cultural parece haber devenido en una incapacidad valorativa y, a partir de esa situación, la decadencia de los valores culturales se convirtió en un signo de nuestra época. Se ha impuesto la mirada de que “todo vale lo mismo”, lo cual -dirá el premio nobel peruano- no ha significado más que decir que “ya nada vale”.
Por otra parte, la idea de un canon universal siempre ha supuesto una mirada elitista y la marginación de toda expresión cultural que no estuviera en sintonía con esa medida de todas las cosas. Y los juegos de poder parecen emerger allí más claramente, en tanto, en definitiva,  ¿quién establece el canon y bajo qué legalidad?
El fuerte acento en la diversidad cultural ha dotado a nuestras sociedades de una mayor riqueza y ha permitido escabullirnos del autoritarismo de la considerada a sí misma elite cultural.
Ambos posicionamientos llevados a su extremo -ya sea el autoritarismo cultural del universalismo o el relativismo que ya nada valora- parecen ser fieles representantes del agotamiento de un momento u otro del transcurso de los más recientes cambios culturales de nuestra humanidad. En ese vaivén pendulante de conceptos hegemónicos que suele mostrar la historia, los cambios culturales de la globalización posmoderna parecen haberse inclinado fuertemente a favor de un relativismo que ha ido exacerbando su postura y que, sin embargo, comienza lentamente a generar un movimiento en contrario.
El aporte innegablemente positivo de los estudios antropológicos en el campo de la cultura, el beneficio conceptual y democrático de la idea de diversidad cultural, son valores que han llegado para quedarse, pero que en su propio devenir han instalado el germen de la vieja tradición universalista de marcar límites valorativos, en tanto comienza a operar socialmente el reclamo de escapar a las consecuencias de su radicalización.
Aunque Vargas Llosa pueda sonar demasiado fatalista, no parece estar tan errado en su presunción de que los cambios culturales de las últimas décadas no han hecho más que debilitar el concepto de cultura, hasta el punto de casi darle muerte. ¿Estamos frente al “fin de la cultura”? Ciertamente, no, pero quizás como en ningún otro período de tiempo, el desafío es enorme, porque la sociedad se ha complejizado como nunca antes y la diversidad ha aflorado con toda su magnitud -aunque en un movimiento global que en su contracara tiende también a envasar, caricaturizar y homogeneizar esa misma heterogeneidad que proclama, alienta y genera- y el valorar, el discriminar positivamente entre los diversos grados de valores en juego, pasa a ser la tarea central  que tenemos por delante.  Y esta conlleva el regreso a un ejercicio fundamental para la salud democrática de toda sociedad: el debate fundado en la capacidad argumentativa, donde la pluralidad de miradas de todos los actores involucrados se pone en juego dialécticamente y se cristaliza en tomas de decisiones surgidas a partir de la consagración de los mejores argumentos. Y con la mirada apuntando al campo ético y a la mejor construcción posible de un factor que resulta más decisivo que el capital económico en esta sociedad del conocimiento: el capital cultural.
La labor es compleja, en la medida que se debe oscilar entre dos procesos por momentos complementarios, por momentos contradictorios, característicos de la globalización cultural: por un lado, uno que visualiza los procesos de cambio cultural en los niveles globales, y, por otro lado, aquel que considera el contexto local de cultura. Se rescatan y se acentúa la defensa de las identidades culturales autóctonas, a la par que el movimiento global abre las puertas a la convivencia en un bricolaje de identidades, a la composición cultural híbrida. No la tienen sencillo quienes de algún modo están en el primer frente de esta batalla entre los cambios culturales y los valores.
¿Y quiénes son aquellos que están en ese primer frente? ¿Qué actores constituyen lo público, son determinantes en la producción y circulación de los valores culturales y proyectan las posibilidades de enriquecimiento del capital cultural en una sociedad?  Entiendo que existen al menos cinco actores fundamentales, relacionados y en modo alguno interdependientes: el núcleo familiar, las instituciones educativas, los medios de comunicación, los gestores culturales y los actores políticos.
Y en buena medida cualquier proyecto político inteligente y deseable para el bien común de una sociedad contemporánea, debe construir sus políticas culturales sobre la base de enfrentarse al desafío desde una óptica ética que atienda la problemática de manera integral, o sea, incorporando decididamente a esos otros actores.
Como sea, en tiempos donde el valor supremo de lo cultural parece estar arraigado en lo divertido, lo simpático, lo espontáneo, lo fresco, lo efímero e incluso lo decididamente chabacano no será sencillo apelar a una subjetividad ávida de “consumir” otros  “productos” culturales, aquellos cuyas huellas escapen al mero divertimento de ocasión y, en definitiva, marquen valores positivos en la comunidad. Pero esto es parte vital, justamente, del desafío que todo actor político toma al momento de asumir su rol. Hay una larga tarea de reconstrucción por delante y hacia allí es donde debe orientarse la tarea.

Se abren en nuestro país, a partir de una nueva instancia electoral, renovadas posibilidades de abordar una coyuntura que es adversa en el plano cultural. Los principales problemas que el país está padeciendo en materia educativa o incluso en materia de seguridad pública, tienen que ver básicamente con esta cuestión de la desvalorización del capital cultural, con la debilidad del entramado que conforma el espacio cultural-ético. Fallará toda política de gestión o proyecto técnico en áreas como la educación y la seguridad -temas que la ciudadanía ha puesto en el tapete como su principal preocupación-, sino es abordada desde el concepto central que es el del fortalecimiento del capital cultural, abordaje que requiere ir más allá de la mirada meramente economicista o del modismo de la diversidad carente de valoraciones con que se han sustentado estas políticas en los últimos años. Una cultura de valores y valores culturales que fortalezcan la idea de convivencia y bien común es la propuesta que debe encabezar una política cultural que logre superar las actuales dificultades. Articularla y ponerla finalmente en juego es el desafío por el que se debe estar trabajando desde ya y más allá de banderías político partidarias. Desde el aporte de ideas apostamos a construir junto al otro, porque cualquier otro camino resulta simplemente inútil y supone la pérdida de oportunidades de mejorar como sociedad. 

jueves, 17 de abril de 2014

El problema de la TV uruguaya y su generación "simpática"

Con la excepción de TNU (canal 5), la televisión abierta es un atentado cultural. Salvo alguna honrosa rareza, la programación que ofrecen los tres canales privados carece de valor cultural alguno (y yo sí creo que hay valores culturales preferibles a otros y que inciden radicalmente en la construcción del capital cultural de una sociedad). La televisión privada abierta cada vez genera más espacios chabacanos y acumula comunicadores de escasa altura intelectual y sobrada guarangería. Hay toda una generación de personajes "simpáticos" que han acaparado los espacios televisivos y que denotan la decadencia de nuestros medios televisivos. En algún momento -quizás casi sin darnos cuenta- hemos pasado de una televisión abierta que -aún con sus defectos- tenía su grilla de atractivo cultural, generaba valores deseables, contaba con periodistas formados intelectualmente, producía programas de debates con peso reflexivo e interés comunitario, a una televisión resumida en la expresión "la hora de la pavada", tardes acaparadas por los programas de chimentos (donde varias de las peores bajezas humanas son exhibidas cuál trofeo) , programas que utilizan los archivos televisivos para burlarse de otros (y que, de colmo, alguno le suma la apuesta a un humor burdo, carente en última instancia de toda sutileza) e incluso periodísticos meramente amarillistas.
Basta con analizar la apuesta a qué tipo de programas realizan los canales privados en materia de producción nacional para darnos cuenta del nefasto viraje que le han dado sus autoridades a la manera de comunicar, informar y "entretener". Ni que hablar de lo que supone -culturalmente hablando- por estos días el regreso del universo Tinelli, paradigma de la frivolidad de época. 
Y esto tiene un alto costo, porque la televisión -se admita o no, quiera alguno quitarse responsabilidades o no, se señale o no que esa no es su tarea- educa y conforma en buena medida el imaginario colectivo y colabora en todo caso en la creación de valor social, de valores culturales. 
Hace ya veinte años, en el libro "La lección de este siglo", el filósofo austríaco de cuño liberal Karl Popper al abordar el tema de la televisión plantea lo siguiente, en un pasaje particularmente contundente: 

"Los maestros no tienen chance ante la televisión. (...) La televisión tiene una fórmula imbatible: "Acción y más acción"- esa es toda la filosofía de los productores de TV. ¿Qué puede presentar un maestro contra eso? Solo la voz de la razón (...) Los maestros no tienen la mínima chance de resistir eso. (...) ¿No hay regulaciones de tráfico muy precisas? Piense solo en el peligro increíble de usar automóviles sin un código de autopistas? (...) Necesitamos una licencia para conducir, ¿no es cierto? Y si usted conduce peligrosamente se la sacan, ¿verdad? Bueno, hagamos lo mismo con la televisión (...) ¿Acaso el mercado no tiene sus reglas? Si un editor italiano saca un libro mío, ¿no tiene que pagarme derechos de autor? ¿Esto va en contra de la "sociedad abierta"? En todas las cosas de la vida habría caos si no introdujéramos reglas. Eso tampoco es todo. Para funcionar, el mercado necesita no solo reglas, sino también cierta cantidad de confianza, autodisciplina y cooperación. Por eso vuelvo a mi argumento de que la televisión tiene un enorme poder sobre la mente humana, un poder que no existió nunca antes. Si no restringimos su influencia, seguirá alejándonos de la civilización, haciendo que los maestros queden sin poder para hacer nada al respecto. Y al final del túnel, no hay nada más que violencia. Comencé a hacer sonar estas alarmas hace cuatro o cinco años, pero no han tenido efecto. Sé que nadie quiere detener este terrible poder." 


Puede sonar quizás apocalítptica la posición de Popper, pero ¿si en alguna medida tiene razón? Quizás sea tiempo de abrir un frente de debate en serio -ajeno a toda politización partidaria del tema- y con efectos concretos respecto de la responsabilidad de las autoridades televisivas en cuanto a su colaboración con la estupidización y la desvalorización cultural de nuestra sociedad, particularmente de las nuevas generaciones. Al final de cuentas, ¿quién paga las cuentas del atentado cultural al que nos someten a diario? ¿No hay responsables al respecto? Si la apelación a la "libertad" y el libre juego de las "preferencias" (como si estas no se marcaran) sirve para engordar bolsillos de empresarios televisivos y eximirlos de sus responsabilidad en al asunto, a costa de hipotecar el capital cultural de las nuevas generaciones, más vale ser un poquito menos "libres" en la materia, pues, en definitiva, no hay mayor libertad que la que nos otorga una cabecita bien construida y enriquecida culturalmente.

martes, 15 de abril de 2014

¿El fin de la cultura?

Taller “¿El fin de la cultura?”

Organizado por Proyecto Arjé – Centro de Exposiciones Subte – Casa de los Escritores del Uruguay

a cargo de Pablo Romero García

Pablo Romero García es profesor de Filosofía, egresado del Instituto de Profesores Artigas (IPA), completando su formación académica en la Licenciatura en Filosofìa de la FHCE-UDELAR. Es el fundador y coordinador del Proyecto Cultural Arjé, siendo Editor Responsable de la Revista Arjé. Se desempeña actualmente como docente de Filosofía en educación secundaria, como docente de Teoría y Práctica de la Argumentación en la Universidad Católica y como docente de Filosofía de la Diplomatura en Gestión Cultural de la Fundación Itaú. Ensayista y articulista en medios locales y extranjeros, es autor del libro “Asueto de las máscaras” (2007). Participa asiduamente en los medios de comunicación, tanto en radio, TV, como prensa escrita, habiendo sido columnista de Filosofía en Radio El Espectador (programa "La segunda mañana"), en el canal televisivo Tevé Ciudad (programa "Ciudad Más") y en el semanario Voces. Todas sus intervenciones en los distintos medios de prensa son accesibles en su blog: http://pabloromero7.blogspot.com


El taller consta de 6 clases, rondando 4 ejes:


1) ¿Qué es lo "cultural"? 


Reflexión a partir de la definición tradicional y la definición antropológica de cultura y sobre cómo incide en las decisiones culturales que se toman, en la representación de lo que entiende por cultura. 


2) La cultura globalizada. 


Se trabajará sobre la idea de cultura en tiempos de la globalización y los desafíos que esto supone, en la medida que debemos oscilar entre dos procesos por momentos complementarios, por momentos contradictorios: por un lado, uno que visualiza los procesos de cambio cultural en los niveles globales, y por otro lado aquel que considera el nivel local, el contexto local de cultura, reviviendo el viejo conflicto entre lo universal y lo relativo (al que ya ingresamos desde el abordaje del primer eje del taller). 
Se abordará el concepto de "culturas híbridas" ( acuñado por el filósofo argentino Néstor García Canclini, donde se propone la idea de mestizaje cultural como fenómeno producido por la globalización y la importancia que tiene ese proceso de hibridación en tiempos de diversidad y choques culturales) y el de "tiempos líquidos" (en referencia a la perspectiva del sociólogo Zygmund Bauman, quien sostiene que vivimos en tiempos de una modernidad líquida, donde se deja de lado lo sólido y estable y reina el imperativo del cambio por el cambio y todo se vuelve líquido, superficial).


3) Cultura, medios de comunicación y nuevas tecnologías: el papel de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías en tiempos de culturas híbridas y modernidad líquida. 


Se reflexionará respecto de cuál es el imperativo de los medios en tiempos de la globalización y respecto de cuánto inciden y en qué medida afectan la esfera de lo cultural. ¿Apocalípticos o integrados? Partiendo del concepto manejado por Umberto Eco, se plantearan las diferencias centrales a la hora de abordar y pensar la incidencia de los medios masivos de comunicación y el uso de las nuevas tecnologías. Se abordará finalmente el debate respecto de la llamada "democracia mediática", el dilema de si asistimos o no a una democracia de lo mediático, planteando el debate respecto de la regulación de los contenidos mediáticos.

4) Ética y cultura.

En la medida que todos realizamos (ya sea desde nuestro rol familiar y/o profesional) conscientes o no de ello, una tarea cultural que supone recortar el mundo, realizar recortes culturales, tomar decisiones que definen los valores culturales deseables de comunicar y hacer visibles en una sociedad, se reflexionará sobre la dimensión ética de la labor cultural que -de un modo u otro- todos llevamos adelante, unificando los puntos anteriormente abordados. Se trabajará en particular sobre el concepto de "capital cultural" (señala Bourdieu: "Hoy en día, cada vez más, en las sociedades contemporáneas, las desarrolladas o las que no, la reproducción de las desigualdades se hace mediante la transmisión del capital cultural") y el papel central de lo educativo.



Se entregará CD con materiales audiovisuales y textos digitales a trabajar y un certificado de asistencia (otorgado en nombre de los organizadores), que irá acompañado de la correspondiente síntesis de contenidos trabajados. Tendrá cupos limitados y  se realizará una evaluación final, de carácter no obligatorio, con posterior devolución del tallerista.

Lugar, día y hora:  El taller se dictará los viernes de 19:30 a 21:00 horas en el Centro de Exposiciones Subte (Plaza del Entrevero, 18 de julio s/n, entre Río negro y Julio Herrera y Obes).

Fecha de comienzo: Viernes 23 de mayo
Fecha de finalización: Viernes 27 de junio.

Costo: El costo total es de 1000 (mil) pesos, abonándose al comienzo del primer encuentro.

Por inscripciones y/o consultas: escribir a: pabloromero7@gmail.com, llamar al Centro de Exposiciones Subte, tel: 29087643 (de martes a domingos, de 12 a 19 horas) o enviar SMS al 099 507 467. La Info del taller también se encuentra accesible a través de: http://subte.montevideo.gub.uy/eventos/seminario-taller-sobre-cultura-2014  

jueves, 27 de marzo de 2014

Presentación del libro "Atrévete a pensar"

Este jueves se presenta el libro "Atrévete a pensar", elaborado en consonancia con el programa de 4° año de secundaria de Filosofía, escrito por Jorge Faral, Gregorio Medina y Ana Espinosa. Lo estaremos presentando Marisa Bertollini, Ana Espinosa y yo, a las 19:00 horas, en el Salón de Actos del IMPO (Barbato 1379 piso 2, casi 18 de julio). Si les interesa y pueden ir, nos vemos por ahí!