Estimados, comparto artículo escrito por
estas horas respecto del actual conflicto docente y los invito a debatir en el
marco del blog.
El tema, entiendo, requiere de pensar
entre todos y de abrir las puertas al diálogo de manera de incorporar la mayor
cantidad de actores posibles.
Lo educativo y la insensibilidad
del gobierno
por Pablo Romero
Hay algunos índices que
determinan la condición tercermundista de un país. Y quizás más determinante que
lo económico, parecen ser ciertos aspectos de la mentalidad reinante en una
sociedad. En Uruguay, por ejemplo, somos fundamentalmente tercermundistas
mentales. El trato hacia lo educativo y sus profesionales –que son los que
determinan en buena medida las posibilidades de desarrollo de una sociedad- es una buena muestra del asunto. El
profesional de la educación -que es
aquel que educa a los hijos de toda la comunidad y que forma a todos los otros
profesionales que el país tiene- sufre en Uruguay un trato sencillamente lamentable.
En líneas generales, no hay respeto por la profesión docente y padecemos un
gobierno que colabora constantemente en generar ese clima de "malestar
docente" imperante. La irresponsabilidad del gobierno es central en el
actual conflicto educativo. En lugar de proteger a sus docentes, colabora en
desprestigiarlos frente a la opinión pública. Basta ver el comunicado oficial emitido
en medio del actual conflicto respecto de los reclamos de los profesionales de
la educación para comprobar que la izquierda en el poder ha perdido toda brújula
y decencia sobre el tema (un tema que, por cierto, ha formado parte histórica central
de su plataforma de reclamos cuando representaban la oposición). El Frente
Amplio en el gobierno hace exactamente lo mismo que antes criticaba con dureza respecto
de la derecha gobernante. Con la diferencia de que el "darse vuelta"
al estar del “otro lado del mostrador” los convierte en algo bastante peor.
Sin tratar de caer en falsas
oposiciones, tenemos que soportar que se señale que no hay plata para los
salarios docentes, pero -por ejemplo- vemos que se genera un despilfarro descomunal
de dineros públicos con algo tan innecesario como el proyecto denominado “Antel
Arenas”. Me hace acordar a aquellos hogares en donde no pueden pagar ciertos servicios
básicos y solventar una buena educación para sus hijos –elementos, en
definitiva, que ayuden a generar una mejor calidad de vida- pero se tiene un
televisor LCD que nadie más tiene en el barrio. Mentalidad tercermundista en su
más viva expresión.
Y se gastan fortunas públicas
en cientos y cientos de sueldos por cargos de confianza y en una burocracia aún
más pesada y cara que en períodos anteriores. Ni qué hablar de lo que ganan los
parlamentarios. Hasta el buen señor que comienza su carrera laboral sirviendo
café en el parlamento –noble tarea, por cierto, pero que supone una
responsabilidad social y una formación profesional de marcada diferencia
cualitativa con la de un docente- gana exactamente
el doble de lo que gana un profesional de la educación al comenzar a ejercer su
tarea.
Y el presidente Mujica sale
a la palestra pública señalando que la plata "no alcanza para todo”. Una
obviedad de tal tamaño no responde, claro, a lo central de su tarea de gobernar,
que -entre otras cosas fundamentales- radica justamente en distribuir los
ingresos económicos que tiene el Estado según
los distintos valores sociales de las diversas tareas que se realizan en una comunidad.
Si no alcanza para todos -o no de igual forma- priorice, entonces, señor Presidente.
¿Cuánto tiempo les llevará darse cuenta que primero debe
estar la educación y los profesionales que la sacan adelante? No tuvieron
problemas en subir desmesuradamente los sueldos de los funcionarios de la DGI,
pues la reforma tributaria les parecía un asunto central. La tarea del
funcionario de la DGI ganó así en prestigio y profesionalización. ¿Lo educativo
no es un asunto igual o más importante que el de recaudar en nombre de la
equidad social? ¿No genera lo educativo, en base a sus funcionarios, algo más
que equidad social, por ejemplo? ¿Los funcionarios docentes y no docentes del
sistema educativo no son merecedores de un aumento “desmesurado” en el mismo sentido?
El FA en el poder hace exactamente lo mismo que gobiernos anteriores, utiliza
las mismas excusas a las que antes recurría la derecha y que criticaba con ese
mismo radicalismo que hoy le resulta una falta grave a la hora de los reclamos llevados
adelante por los docentes. Ahora, resulta que el problema es que los docentes
están “demasiado radicalizados”. Y si es así quizás sea justamente porque los
que hoy están del otro lado del mostrador durante décadas basaron todo su
discurso en que había que organizarse y radicalizarse frente a las injusticias
salariales a las que éramos sometidos por los “malos de siempre”. ¿Cómo llamar
a este “cambio de acera” del Frente Amplio?
Al docente en Uruguay se le
paga muy poco y se le exige socialmente muchísimo. Ni qué hablar de las condiciones
físicas -y psicológicas- en las que tiene que trabajar, con lugares que deberían
estar en muchos casos clausurados por el Ministerio de Trabajo. Solo en países
tercermundistas como el nuestro se trabaja en esas condiciones y uno termina
acostumbrándose a no tener comodidades básicas y hasta se acostumbra a correr
riesgos de salud por el estado de deterioro de los edificios a los que asisten nuestros
hijos a educarse a nivel público. Habría que “becar” a varios ciudadanos que
critican con asombrosa facilidad los reclamos docentes para que hagan la
experiencia de trabajar en el sistema educativo público uruguayo y puedan experimentar
lo que supone la tarea docente en nuestro país. Estoy seguro que cambiarían radicalmente
su perspectiva. Educar, además, en estos tiempos de la “era del vacío” convierte
a los docentes en una especie de héroes sociales, paradójicamente fustigados en
lugar de debidamente reconocidos (al respecto, los invito a ver el desarrollo
de este punto -en donde vinculo la tarea docente con el concepto de Lipovestsky
respecto de las características de nuestra época- en mi columna televisiva
titulada “Conflicto docente: educar en la era del vacío”, realizada en el marco
del periodístico Ciudad + y accesible en: http://www.youtube.com/watch?v=1yYoyfMZV10 y en los pasajes centrales de la entrevista que me
realizara el periodista Daniel Feldman para la agencia de noticias Uypress,
accesible en: http://www.uypress.net/uc_41356_1.html).
Mientras acá esperamos que a
los docentes se nos aprecie socialmente y que el gobierno nos considere justamente
en lo salarial, comparemos con lo que sucede en Finlandia, considerado hoy en día
el mejor país del mundo en materia de
logros educativos. Miremos algunos números -y consideraciones sociales- de este
país (los datos manejados son de público conocimiento, accesibles en la web):
un docente gana unos 4 mil dólares mensuales (acá, un docente que recién comienza,
si con suerte logra conseguir todas las horas de una unidad docente, gana unos
650 dólares mensuales) y el estado invierte el 6% del PBI y el 14% del
presupuesto, la tarea tiene un enorme prestigio social, las clases tienen un
promedio de 20 alumnos por grupo, no se tienen más de 190 días de clase al año
(por cierto, Mujica y algunos actores oficialistas de la educación repiten sin
base alguna que parte de la solución educativa pasa por dictar más días de
clases al año) y los maestros y profesores tienen amplia autonomía en el
desarrollo del programa que dictan (acá, en tanto, queremos más y más control
sobre lo que dictan -y de qué manera lo hacen- los profesores en sus clases,
minimizando la autonomía profesional y coartando toda posibilidad creativa,
frente a la impronta “inspectiva” del sistema, que en general solo logra “infantilizar”
la tarea profesional del educador) , entre otros ítems que determinan esos altos
resultados. Por supuesto, el punto central de la diferencia con Finlandia es la
mentalidad que ellos tienen sobre el tema. Y la que tenemos nosotros.
En función del alto sueldo y prestigio de la tarea docente, en
Finlandia se terminó formando una elite profesional y solo los mejores acceden
finalmente a dar clases. Y son hoy en día el país con mejores resultados
educativos en el mundo. No sería malo aprender de cómo lo hacen los mejores.
Hay que ser menos provincianos.
Cuando en materia
educativa –como en muchos otros rubros- se suben los sueldos en serio (y no se
apela a esa burla que son los ajustes salariales que se hacen en Uruguay en
materia educativa), se genera a la larga una elite profesional, porque los
mejores van a querer dar clases, en tanto su remuneración salarial –y consideración
social- será un plus respecto de otros trabajos. Se aumenta la demanda por ese
puesto de trabajo
y -en virtud de que a los puestos docentes en el sistema educativo se accede
por méritos que ordenan la prioridad para que una persona pueda o no tomar
horas docentes- lo que se genera es un cuerpo profesional de elite, con los
mejores docentes calificados dictando clases. No han descubierto la pólvora en ese
sentido en Finlandia. Simplemente, tienen la ventaja de tener antes que nada
otra mentalidad. Acá, por el contrario, se le pagan sueldos irrisorios a los
docentes e incluso muchos consideran que reclaman injustamente, que otros
trabajan más horas y ganan menos (no importa en qué, claro, ni la diferencia que
tiene esa tarea respecto de la de un docente). Tenemos sueldos docentes propios
del tercer mundo con precios que, además, son del primer mundo. Desde hace unos
años, ya tenemos que faltan maestros para cubrir los puestos que el sistema
educativo requiere, pues la carrera profesional en Magisterio comienza a tener
tan pocos inscriptos y egresados que va rumbo a ser una carrera en extinción.
¿Quién quiere proyectarse
en un futuro trabajando como educador –con la responsabilidad y esfuerzo constante
que la tarea requiere- obteniendo un sueldo que no alcanza ni para pagar el
alquiler de una vivienda más o menos acorde a lo que supone años de inversión
en la profesionalización que se hace al realizar una carrera docente?
Ser docente en Uruguay es
condenarse a una tarea de bajo salario, con un perfil cada vez mayor de
contención social, altísima tensión psicológica -con altas probabilidades de stress
y enfermedades afines- y desprestigio social en aumento.
Si seguimos existiendo
muchos que optamos por esta profesión, no es justamente por esa mirada de poco
alcance respecto de lo educativo y esa mentalidad tercermundista que se tiene desde
el poder político y otros actores sociales, sino porque aun así entendemos que la
tarea docente es la que esencialmente dota de sentido a una sociedad y asumimos
el desafío con vocación profesional. Los docentes somos referentes claves de
sentido en una sociedad. Nuestra tarea es de vital importancia y debemos
recuperar la autoestima al respecto para hacer valer debidamente nuestra tarea,
porque quizás sea tiempo de que lo vocacional y profesional vayan de la mano –como
enfáticamente lo defendían desde la oposición quienes desde hace casi una década
ahora nos gobiernan- de un justo reconocimiento de nuestro rol. Y ese
reconocimiento pasa en buena medida por lo salarial, porque el dinero es un
elemento esencialmente simbólico. Lo que se nos paga es lo que se entiende que vale
nuestra tarea. Y los sueldos docentes en Uruguay son una vergüenza y da cuenta
del lugar simbólico que se nos otorga. Ojalá la izquierda en el poder recupere
su sentido histórico, su sensibilidad en materia distributiva, y marque
finalmente una notoria diferencia respecto de los gobiernos anteriores. Ojalá
Finlandia deje de ser el paraíso soñado para los docentes de nuestro Uruguay.